Tallin es una ciudad pequeña, preciosa y con un casco histórico que parece sacado de un cuento. Desde los miradores de Toompea se divisa todo el centro, con sus calles empedradas, robustas torres y tejados rojos y también se ve el mar Báltico y la llegada de los...
Lugares increíbles: prisión de Patarei, Tallin
Tallin es una ciudad pequeña, preciosa y con un casco histórico que parece sacado de un cuento. Desde los miradores de Toompea se divisa todo el centro, con sus calles empedradas, robustas torres y tejados rojos y también se ve el mar Báltico y la llegada de los ferris al puerto. No muy lejos de allí se encuentra la antigua prisión de Patarei, la gran sorpresa en mi último viaje a la ciudad.
Desafortunadamente, la prisión de Patarei ya no está abierta al público y no se puede visitar. Comparto mis impresiones de nuestra visita en 2015 sobre este increíble lugar y espero que algún día vuelva a abrir sus puertas a los visitantes.
Visita a la prisión de Patarei
Aunque se podía visitar la prisión por tu cuenta, nosotros hicimos una visita guiada para poder conocer bien la historia del lugar y fue la mejor decisión. Si vas por tu cuenta no tienes acceso a muchos rincones del edificio y te pierdes todo lo que la guía tiene que contar, que es muchísimo. Además, personalmente no iría por mi cuenta por la tarde. Se hace de noche muy pronto y en la mayor parte de la prisión no hay luz, así que necesitas linterna. Si no tienes buena orientación o te asustas fácilmente mejor ve de día.
La experiencia de la visita guiada me encantó. La guía era una estonia parlanchina que lleva tres años investigando la historia y el pasado de la prisión. Pone muchísimas ganas en sus explicaciones y se nota que le encanta lo que hace. Conoce cada rincón al dedillo y salpica la historia del lugar con numerosas anécdotas que recopila en entrevistas a antiguos presos y trabajadores. Habla rápido, con un marcado acento estonio que le hace pronunciar las erres muy fuerte, lo que a menudo requiere cierto esfuerzo por tu parte para comprender todo lo que dice.
Cuando le preguntamos cuánto duraba la visita nos dijo: «En teoría dura algo más de una hora, pero este sitio es enorme. Hay tanto que ver que muchas veces dura dos horas o más». Qué razón tenía. La visita comenzó a las 18:15 y no terminó hasta las 21:00. Se hizo de noche en torno a las ocho de la tarde e hicimos el recorrido por el interior de la prisión completamente a oscuras. La guía era la única con linterna y el resto íbamos alumbrando con los móviles, por lo que no podíamos separarnos del grupo.
Sobre Patarei
La prisión de Patarei en realidad no se construyó como tal, sino como una fortaleza marítima. En 1828 el zar Nicolás I mandó construir la fortaleza, que se encuentra en un terreno muy húmedo no muy apropiado para que allí vivan personas. Tuvo varios usos hasta principios del siglo XX y solamente después de la Primera Guerra Mundial comenzó a utilizarse como prisión.
Debido a que la ciudad de Tallin no contaba con prisión propia, Patarei se convirtió en el lugar al que enviar a todos los presos que no podían ir a otras prisiones. Aquí llegaban presos comunes, presos políticos, judíos… Fue utilizada por la Gestapo y también fue una cárcel de paso. Después de algún tiempo trasladaban a presos a otras cárceles y durante la época soviética otros fueron enviados a Siberia en tren, que pasa justo delante de la puerta.
Aunque viví en Tallin durante casi un año (de agosto de 2005 a mayo de 2006) no sabía que se podía visitar Patarei hasta una semana antes de este viaje. Durante las primeras explicaciones de la guía descubrí que la cárcel estuvo en funcionamiento hasta 2002 y que los últimos pacientes del hospital de la prisión no abandonaron el lugar hasta 2005. Me sorprendió mucho que se haya utilizado la prisión hasta hace relativamente poco, sobre todo teniendo en cuenta lo básicas que son las instalaciones.
Recorrido por la prisión de Patarei
Iniciamos la visita en el patio central, donde la guía explicó la historia de la prisión y nos contó que los alemanes lo utilizaron para construir barracones, además de ahorcar a gente junto a la tapia principal. Después nos dio acceso a la destartalada torre de vigilancia tras advertirnos de que no estaba en buenas condiciones. Decir que no estaba en buenas condiciones es poco. La madera estaba tan podrida que había agujeros enormes en el suelo por los que cualquiera podría haberse caído (yo no paraba de pensar que si este sitio estuviera en Inglaterra no dejarían entrar a nadie ni de broma).
Aunque esta era una prisión para hombres, en la última planta de una de las alas había una sección que albergaba a 70 mujeres, muy cerca de la zona reservada a los pedófilos, que recibían cierto trato de favor y estaban separados del resto de presos.
Después de ver el patio central y la torre de vigilancia nos dirigimos a la que era la entrada principal de la prisión para hacer el mismo recorrido que hacían los presos cuando llegaban a Patarei. La puerta está muy estropeada y le falta casi toda la madera. La guía nos contó que hace apenas unas semanas unos vándalos intentaron cargársela con un bidón de gasolina. No son los únicos que intentan acceder al edificio; el guardia del recinto encuentra a gente dentro cada dos por tres.
La única zona en la que no dejan entrar es un área concreta del hospital que estaba reservada a enfermos de tuberculosis. Al parecer los médicos y los expertos no se ponen de acuerdo en si el virus aún sigue ahí y hay riesgo de contraer la enfermedad.
Los prisioneros que llegaban a Patarei lo hacían escoltados hasta la misma puerta. Solían venir en grupos y nunca permitían que unos grupos se juntasen con otros. Los metían a todos en una sala principal donde iban decidiendo dónde iría cada uno.
A veces metían a los reclusos en armarios metálicos. Según dicen era por la seguridad de los propios presos (el guardia no podía manejar a dos a la vez, así que metía a uno en el armario hasta que el otro pasaba a un sala distinta). La realidad es que lo utilizaban también como método de castigo y muchas veces los dejaban dentro durante hasta 30 horas. Los armarios no son muy altos y obligan al que está dentro a agacharse.
A finales de los noventa un funcionario de prisiones sueco visitó la prisión y pidió que abrieran uno de aquellos armarios (sin saber que allí metían a presos). Cuando lo hicieron un preso que había dentro cayó al suelo inconsciente, lo que fue un gran escándalo y puso fin a esta práctica.
El interior del edificio causa bastante impresión. Las paredes están desconchadas, muchas ventanas no tienen cristales o están rotos y hace muchísimo frío dentro. El recorrido guiado nos llevó por el gimnasio, varias salas donde aún se conservan muebles y objetos varios, los baños y distintas celdas. En teoría las celdas tenían una capacidad media de unas 16-20 personas, aunque durante la época soviética llegaron a albergar más de 40 cada una.
La celda número 52 es una de las más impresionantes. Uno de los allí recluidos, condenado por asesinar a su mujer, se había graduado en la Academia de las Artes de Moscú y dio rienda suelta su creatividad y habilidades en la pared de la celda. Pintó a lápiz un espectacular mural que ocupa toda la pared, cuya escena muestra un caballero armado a caballo, varios caballeros a pie, una fortaleza y una mujer desnuda. Además de la calidad del dibujo sorprende el hecho de que lo hizo sobre un lienzo realizado con periódicos y papeles de liar cigarrillos.
La sala de ejecuciones me sorprendió por su pequeño tamaño. Esperaba encontrarme una sala amplia, bien proporcionada y de altos techos y encontré una habitación alargada de no más de tres metros de ancho y un techo curvo. Aquí ejecutaban a los prisioneros de un disparo en la nuca a corta distancia.
El último tramo que visitamos está ruinoso y es algo peligroso. El suelo estaba lleno de cascotes y hubo un momento en que la guía nos dijo:
«Si os quedáis ahí un ratito veréis cómo caen trozos de techo».
Patarei es un lugar fascinante al que siguió acudiendo gente por diversos motivos. Antiguos presos se pasaban por allí de vez en cuando e incluso participaban en las visitas guiadas en estonio. Otros visitaban la cárcel porque un familiar o conocido estuvo allí y hay quien iba incluso para celebrar su despedida de soltero. Según la guía algunos chicos llevaban al novio a Patarei porque es un símbolo de cómo será su vida de casado (una cárcel). También organizaban talleres, proyecciones y conciertos con relativa frecuencia.
Información práctica
Dirección: Kalaranna 2, 10415 Tallin
Página web: http://www.patarei.org/
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Irene Corchado Resmella
Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.