Estoy sentada en una cafetería de Catania echando un ojo a la sección de información práctica de la guía de viaje que compré. «En Italia está prohibido hablar por el móvil mientras conduces». Me da la risa. Y seguro que también estará prohibido conducir sin llevar puesto el cinturón. Y llevar niños pequeños sin sillita. Y será verdad. Pero una cosa es lo que dice la ley y otra lo que encuentras en la carretera.
Es el último día de nuestra ruta por Sicilia y pocas locuras automovilísticas nos han quedado por ver en estos ocho días que hemos estado recorriendo la isla.
A continuación comparto una selección de anécdotas breves de mis apuntes de viaje.
Señora aparcada
Salimos a cenar en Palermo. Junto a una valla de obra y obstaculizando la salida del aparcamiento de un hotel hay una señora en un coche aparcado. Va sentada en el asiento del copiloto y lleva gafas de sol, aunque es de noche. Un coche quiere salir del aparcamiento del hotel, pero la señora no se inmuta. Se le acerca un carabiniere. Que tiene que quitarse usted de aquí, señora. Que está usted obstaculizando la salida del aparcamiento, señora. Que si tiene usted la llave del coche. La señora niega con la mano. Esto va para rato.
Viendo el tráfico pasar
Estoy sentada en la terraza de una heladería en la plaza de la catedral de Palermo. Como la acera es estrecha, han colocado la «terraza» en la carretera, separada de los coches por una valla. Han restringido el tráfico en uno de los laterales de la plaza, para lo que han colocado varios bloques de hormigón que tres mujeres policías tienen que mover cuando aparece algún vehículo considerado vip. Podrían haber colocado una valla y un policía. O una señal y un policía, pero no; tres bloques de hormigón y tres policías. ¿Por qué ahorrar recursos y dinero cuando puedes complicar las cosas e inventar tareas innecesarias para justificar sueldos públicos?
Ahora juego a ver cuántos conductores llevan puesto el cinturón. De cinco coches que veo pasar en cuestión de 20 segundos, solo dos conductores lo llevan puesto. Además, en el coche de una mujer (sin cinturón) va un niño con chupete de año y poco de pie entre los asientos delanteros. Todo esto en las narices de las tres policías aburridas que se apoyan en los bloques de hormigón.
Poco después pasa una moto con tres niños; los tres menores y los tres sin casco. El mayor, que no tendrá ni 13 años, va en el medio. Los otros dos no llegan a los siete u ocho. Las policías siguen a lo suyo.
Trayecto Erice-Marsala
La gente conduce fatal. Se une a la carretera principal sacando el morro. Indican a última hora. Se paran en mitad de la carretera. Hacen pirulas. Abren la puerta sin mirar si vienen coches. Adelantan de forma imprudente y peligrosa. Hay unos cruces raros donde tú normalmente tendrías la prioridad, pero te plantan un stop a ti, que vas por la vía principal. La gente cruza la carretera por donde le sale, sin mirar, tan tranquila y te indica con la mano que pares.
Túneles
Los túneles son lo peor: sin arcén, con los laterales a veces sin asfaltar y de tierra y con postes que apenas se ven. La gente adelanta continuamente sin indicar, por raya continua y con coches viniendo de frente. Los túneles cerca de Catania están mejor que los que hemos visto hasta ahora. Al menos tienen arcén y salidas de emergencia.
Todos en misa
Llegamos a la parte alta y nueva de Ragusa un domingo y nos alegramos del poco tráfico que hay. En pocos minutos vemos un montón de coches aparcados en una rotonda de cualquier manera. Resulta que todo quisqui ha ido a la misa de las 12 a una iglesia cercana y no han tenido mejor sitio donde dejar el coche. La iglesia es nueva y está a reventar; todos los bancos están llenos y hay incluso gente de pie.
Atascados en el cruce
Estamos atascados con el coche en un cruce de tres calles, porque hay un mercadillo y, por supuesto, no hay ninguna señal de aviso. La calle de la izquierda es la del mercadillo y por la calle de la derecha viene un coche negro que quiere ir por donde estamos nosotros, pero nosotros estamos atascados y no podemos movernos ni dar marcha atrás. Hay una furgoneta descargando, motos que salen de no se sabe dónde, gente cruzando a su bola (incluido un hombre con muletas) por delante y por detrás del coche y un vendedor de melones dándonos voces. No podría vivir en un sitio así.
El hombre de las bombonas
Sentada en una placita de Catania veo a un hombre en moto llegar a una minigasolinera. Va en chanclas y no lleva casco. La moto es una vespino que debería haberse jubilado hace tiempo, pero el hombre la carga como fuera un camión de reparto; le ha atado a la motillo dos pedazos de bombonas de butano de las grandes con cuerdas.
Atasco en el hospital
Después de una semana recorriendo Sicilia sigo pensando que las infraestructuras son tercermundistas. Salimos de Catania y pasamos por el Ospedale Garibaldi. Algunos coches utilizan lo que parece ser la entrada y salida de ambulancias. Otros aparcan en la carretera; ahí en el carril interior, junto a la mediana, y esperan fuera del coche a quien sea que haya ido al hospital. La rotonda-cruce que hay un poco más adelante está colapsada. No he visto nunca semejante caos en la puerta y los alrededores de un hospital.
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Irene Corchado Resmella
Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.