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Con la relación tan aséptica que solemos tener los vecinos en Inglaterra, donde hacemos como que no nos vemos (blank) una de cada dos veces que nos cruzamos por miedo a que el otro coja confianza y tengas que saludar siempre, sorprende la cantidad de cosas que no están debidamente reguladas y crean problemas vecinales. Un buen ejemplo son las lindes (boundaries).
¿Alguna vez te has preguntado qué valla del jardín es la tuya?
A menos que vivas en Inglaterra y hayas tenido problemas de lindes con algún vecino o te hayas comprado una casa, la respuesta será «no».
En este artículo hablo de «vallas» porque son las estructuras más utilizadas para separar las casas inglesas, pero podría hablar perfectamente de muros, árboles, setos o cualquier otro elemento de separación.
Una idea muy extendida entre los propietarios de viviendas en Inglaterra es que tu valla es siempre la de la izquierda (mirando hacia el jardín).
Esta afirmación es tan útil como falsa y no tiene fundamento jurídico.
Las leyes normalmente no obligan a un propietario a vallar una finca, ni siquiera a ocuparse del mantenimiento de una valla o muro existente. Si hay tal obligación, no resulta de una ley específica, sino que se adquiere en el título traslativo de dominio (title deeds) por medio de un tipo de cláusula de promesa o garantía llamada covenant.
☛Curiosidad lingüística: el equivalente funcional en España de un title deeds inglés sería la escritura de compraventa, aunque un deed y una escritura no son lo mismo. La escritura española es un documento público otorgado ante notario, mientras que un deed es un negocio jurídico unilateral privado firmado por el otorgante y un testigo.
Si no hay obligación legal de vallar, el propietario puede decidir a su antojo si quiere poner una valla o no, o si quiere ocuparse del mantenimiento de una valla existente. Esto significa que si tu vecino es el dueño de la valla, no puedes obligar al vecino a arreglar la valla o a cambiarla. Tampoco puedes arreglarla, cambiarla ni pintarla tú (ni siquiera tu lado de la valla) sin permiso, ya que eso constituiría allanamiento (trespassing).
Entonces…
Estas son las dos soluciones más fáciles:
En cualquier caso, antes de instalar, arreglar o reemplazar una valla es conveniente averiguar si necesitas permiso de obra (planning permission). Los ayuntamientos tienen un servicio de información al ciudadano donde resuelven dudas relacionadas con los permisos de obra.
Si hay peligro de derrumbe de la valla tienes otra opción: avisar al ayuntamiento para que meta presión y obligue al vecino a arreglar la valla.
Pero, para saber qué opción conviene más para solucionar un problema de vallas con el vecino, es averiguar primero quién es el dueño.
Para saber la extensión de la propiedad y de qué elemento de separación eres responsable, consulta el title deeds y compra una copia de los documentos de compraventa de tu vivienda inscritos en el Registro de la Propiedad (Land Registry). También es buena idea comprar los documentos de compraventa de la vivienda del vecino, ya que quizá incluyan información que no aparezca en los tuyos.
Si tienes suerte, el mapa a escala del Registro de la Propiedad (title plan) arrojará algunas pistas en forma de «T», la marca que utilizan los abogados (solicitors) y los especialistas en compraventa de bienes inmuebles (conveyancers) para señalar a quién pertenece un muro o una valla. Una «T» a cada lado de la linde significa que tanto tú como tu vecino sois propietarios y responsables de la valla.
Muchas veces los mapas no son suficientemente exactos y la gran mayoría de los documentos inscritos en el Registro de la Propiedad muestran únicamente lo que se conoce como general boundaries que, según section 60(2) Land Registration Act 2002, no establece la línea exacta de la linde.
Cuando la información del Registro no esclarece las lindes y quién es responsable de la valla en cuestión, tu vecino y tú podéis valeros de la siguiente presunción: se entiende que los postes de una valla se ubican en terreno del propietario. Esta presunción va en consonancia con la idea de que quien instala una valla lo hace de forma que el lado bonito dé para su jardín y el lado feo (el de los postes) dé para el jardín del vecino.
Si estáis de acuerdo con la presunción, genial. Si no, tenéis jaleo y entretenimiento para rato.
Para evitar tener que ir a juicio para resolver la incógnita sobre la extensión y los límites de tu finca, lo mejor es intentar llegar a un acuerdo con el vecino y, con la ayuda de un abogado o especialista en compraventa de bienes inmuebles, redactar un acuerdo (boundary agreement) e inscribirlo en el Registro de la Propiedad.
Si te interesan los temas inmobiliarios y quieres aprender más vocabulario en inglés, echa un vistazo a estos tres artículos que escribí para mi blog de ICR Translations:
© The Curiolancer. Todos los derechos reservados.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Estoy sentada en una cafetería de Catania echando un ojo a la sección de información práctica de la guía de viaje que compré. «En Italia está prohibido hablar por el móvil mientras conduces». Me da la risa. Y seguro que también estará prohibido conducir sin llevar puesto el cinturón. Y llevar niños pequeños sin sillita. Y será verdad. Pero una cosa es lo que dice la ley y otra lo que encuentras en la carretera.
Es el último día de nuestra ruta por Sicilia y pocas locuras automovilísticas nos han quedado por ver en estos ocho días que hemos estado recorriendo la isla.
A continuación comparto una selección de anécdotas breves de mis apuntes de viaje.
Salimos a cenar en Palermo. Junto a una valla de obra y obstaculizando la salida del aparcamiento de un hotel hay una señora en un coche aparcado. Va sentada en el asiento del copiloto y lleva gafas de sol, aunque es de noche. Un coche quiere salir del aparcamiento del hotel, pero la señora no se inmuta. Se le acerca un carabiniere. Que tiene que quitarse usted de aquí, señora. Que está usted obstaculizando la salida del aparcamiento, señora. Que si tiene usted la llave del coche. La señora niega con la mano. Esto va para rato.
Estoy sentada en la terraza de una heladería en la plaza de la catedral de Palermo. Como la acera es estrecha, han colocado la «terraza» en la carretera, separada de los coches por una valla. Han restringido el tráfico en uno de los laterales de la plaza, para lo que han colocado varios bloques de hormigón que tres mujeres policías tienen que mover cuando aparece algún vehículo considerado vip. Podrían haber colocado una valla y un policía. O una señal y un policía, pero no; tres bloques de hormigón y tres policías. ¿Por qué ahorrar recursos y dinero cuando puedes complicar las cosas e inventar tareas innecesarias para justificar sueldos públicos?
Ahora juego a ver cuántos conductores llevan puesto el cinturón. De cinco coches que veo pasar en cuestión de 20 segundos, solo dos conductores lo llevan puesto. Además, en el coche de una mujer (sin cinturón) va un niño con chupete de año y poco de pie entre los asientos delanteros. Todo esto en las narices de las tres policías aburridas que se apoyan en los bloques de hormigón.
Poco después pasa una moto con tres niños; los tres menores y los tres sin casco. El mayor, que no tendrá ni 13 años, va en el medio. Los otros dos no llegan a los siete u ocho. Las policías siguen a lo suyo.
La gente conduce fatal. Se une a la carretera principal sacando el morro. Indican a última hora. Se paran en mitad de la carretera. Hacen pirulas. Abren la puerta sin mirar si vienen coches. Adelantan de forma imprudente y peligrosa. Hay unos cruces raros donde tú normalmente tendrías la prioridad, pero te plantan un stop a ti, que vas por la vía principal. La gente cruza la carretera por donde le sale, sin mirar, tan tranquila y te indica con la mano que pares.
Los túneles son lo peor: sin arcén, con los laterales a veces sin asfaltar y de tierra y con postes que apenas se ven. La gente adelanta continuamente sin indicar, por raya continua y con coches viniendo de frente. Los túneles cerca de Catania están mejor que los que hemos visto hasta ahora. Al menos tienen arcén y salidas de emergencia.
Llegamos a la parte alta y nueva de Ragusa un domingo y nos alegramos del poco tráfico que hay. En pocos minutos vemos un montón de coches aparcados en una rotonda de cualquier manera. Resulta que todo quisqui ha ido a la misa de las 12 a una iglesia cercana y no han tenido mejor sitio donde dejar el coche. La iglesia es nueva y está a reventar; todos los bancos están llenos y hay incluso gente de pie.
Estamos atascados con el coche en un cruce de tres calles, porque hay un mercadillo y, por supuesto, no hay ninguna señal de aviso. La calle de la izquierda es la del mercadillo y por la calle de la derecha viene un coche negro que quiere ir por donde estamos nosotros, pero nosotros estamos atascados y no podemos movernos ni dar marcha atrás. Hay una furgoneta descargando, motos que salen de no se sabe dónde, gente cruzando a su bola (incluido un hombre con muletas) por delante y por detrás del coche y un vendedor de melones dándonos voces. No podría vivir en un sitio así.
Sentada en una placita de Catania veo a un hombre en moto llegar a una minigasolinera. Va en chanclas y no lleva casco. La moto es una vespino que debería haberse jubilado hace tiempo, pero el hombre la carga como fuera un camión de reparto; le ha atado a la motillo dos pedazos de bombonas de butano de las grandes con cuerdas.
Después de una semana recorriendo Sicilia sigo pensando que las infraestructuras son tercermundistas. Salimos de Catania y pasamos por el Ospedale Garibaldi. Algunos coches utilizan lo que parece ser la entrada y salida de ambulancias. Otros aparcan en la carretera; ahí en el carril interior, junto a la mediana, y esperan fuera del coche a quien sea que haya ido al hospital. La rotonda-cruce que hay un poco más adelante está colapsada. No he visto nunca semejante caos en la puerta y los alrededores de un hospital.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
A Sicilia fuimos a comer. Bueno, también a disfrutar del sol de octubre, a bañarnos en el Mediterráneo, a visitar teatros griegos y a ver ciudades barrocas, pero principalmente a comer.
Comimos mucho y muy bien. Aunque, obviamente, ocho días no bastan para conocer a fondo la gastronomía siciliana, hicimos lo posible por probar el mayor número de platos posible y no lo hicimos nada mal, oye.
En este artículo comparto 27 cosas ricas que probamos en Sicilia.
En Palermo y la costa oeste son femeninos (arancina en singular y arancine en plural), mientras que en Catania y la costa este son masculinos (arancino en singular y arancini en plural). Nosotros probamos una arancina de carne y guisantes.
La arancina es la bola. Lo otro no sé cómo se llama. Pedí «uno de esos» y luego se me olvidó apuntar el nombre, pero también está bueno. Es una especie de bollo, de masa esponjosa, relleno de jamón cocido y mozzarella. También rebozado y frito, claro.
Busiate es un tipo de pasta fresca larga, con forma helicoidal, típico de la provincia de Trápani. La receta con pesto trapanese lleva tomates, ajo, almendras, albahaca y queso caciocavallo. En el restaurante Gli Archi di San Carlo de Erice lo sirven con patatas fritas.
Capone es como llaman los sicilianos al pescado de nombre científico Coryphaena hippurus, que en español se conoce (yo no lo conocía) como lampuga o dorado. Lo comí varias veces para cenar, porque es bastante ligero. Suelen servirlo al horno, con pan rallado y perejil, acompañado de patatas o verduras. Restaurante: Gli Archi di San Carlo (Erice).
A diferencia de los cruasanes franceses, los italianos (cornetti) no saben a mantequilla, sino que son dulces. Yo soy más de los franceses, la verdad, pero debo decir que este de pistacho estaba muy bueno; quizá demasiado pesado para desayunar, pero bueno igualmente.
El chocolate de Módica tiene una textura granulosa, ya que sigue el mismo proceso de elaboración en frío que los españoles llevaron allí tras volver de las Américas. Como el chocolate no se deshace durante el proceso, se notan los trocitos de azúcar al morderlo. Nosotros compramos dos tabletas (una de vainilla y otra de pistacho) en un bar de la calle principal y duraron poquísimo.
O, lo que es lo mismo: ñoquis de patata con salsa de calabaza amarilla y cebolla, almejas y calamares, con pimienta y perejil. Espectacular. Restaurante: Sicilia in Tavola, Ortigia (Siracusa).
Filete de ternera empanado con perejil y parmesano y al horno (también hay versión frita), acompañado de ensalada. Restaurante: Ristorante Granduca (Taormina).
Los helados son todo un clásico. Mis sabores favoritos fueron, en este orden: pistacho, cítricos sicilianos (agrumi siciliani) y limoncello.
El cannolo es el dulce siciliano por excelencia. Está bueno, pero el tamaño estándar es gigantesco y empacha muchísimo. Fue de las primeras cosas que probé durante el viaje y al tercer día acabé aborreciendo la ricotta. Dicho esto, hay versiones pequeñitas en las pastelerías.
La crostata es un tipo de tarta de masa quebrada que puede llevar distintos ingredientes, dependiendo de la zona: mermelada, ricotta, crema pastelera… Esta de la foto es la que probamos en el restaurante Gli Archi di San Carlo (de ahí el nombre) de Erice y lleva crema de limón, chocolate de Módica y almendra picada.
Otra receta típica siciliana con la pasta típica de Trapani: busiate. La pasta alla Norma lleva berenjena frita, tomates, ajo, albahaca y ricotta salada. Restaurante: Gli Archi di San Carlo (Erice).
O, lo que es lo mismo: filete de ternera al vino tinto de Marsala con nueces, naranja, piñones, uvas pasas y vinagre balsámico, acompañado de acelgas. Restaurante: Gli Archi di San Carlo (Erice).
Otro plato destacado del viaje: raviolis rellenos de pescado, con gambas y pistacho. Restaurante: Osteria La Dolce Vita (Trápani).
Los genovesi son dulces típicos de Erice y, de los dulces que probé durante el viaje, estos son mis favoritos con diferencia. Solo hice esta foto y no es muy buena, pero hazme caso y pruébalos si vas. Son perfectos: ni demasiado grandes, ni demasiado dulces. Aunque hay varias versiones para el relleno, nosotros los probamos con crema y son delicados y riquísimos. Los comimos recién hechos para desayunar en la Pasticceria Maria Grammatico de Erice, que, según dicen, es la pastelería más famosa de Sicilia.
Carne de cordero con pan rallado y gratinada, acompañada de patatas al horno. Restaurante: Aguglia Persa (Agrigento).
Patata rellena de guanciale de cerdo (carrillera, la misma carne que lleva la carbonara original), setas al ajillo, queso provola ahumado, servida con una mezcla de varios quesos fundidos. Sí, está tan bueno como suena. Restaurante: Aguglia Persa (Agrigento).
Otra cosa rica que también probé en el restaurante de Agrigento arriba mencionado: pulpo cocido con patatas y salsa mediterránea (con tomates y cebolla roja).
Una versión original del restaurante Sicilia in Tavola de Ortigia (Siracusa). En lugar de mascarpone, esta lleva ricotta y pistacho. Rico, pero pesado. Mejor para compartir.
Pane cunzato no es otra cosa que pan aliñado con aceite y especias y toda una suerte de ingredientes encima. En La Ghiotta Ortigia Bistrot probé el Archimede, que lleva aceite de oliva, orégano, mortadela, burrata (queso fresco típico del sur de Italia) y pistachos. Consejo: son muy grandes, así que mejor para compartir entre dos.
Suave, esponjoso, con su toquecito de café y cacao amargo. El tiramisú es mi postre italiano favorito de todos los tiempos. Nada más que añadir. Este es de la Trattoria da Antonio (Catania).
Los pizzoli son típicos de Sortino, un municipio de la provincia de Siracusa, aunque nosotros los probamos en Catania. Imagina dos pizzas puestas una encima de otra a modo de bocadillo y rellena de cosas. Aunque la masa (a la que le añaden aceite de oliva, orégano, sal, pimienta y parmesano) es más ligera que la de la pizza, el pizzolo es una auténtica bomba. La camarera se quedó algo sorprendida cuando pedimos uno cada uno, y más sorprendidos nos quedamos nosotros al ver lo enormes que eran. Los de la mesa de al lado, no contentos con los pizzoli salados que comieron, se animaron a compartir luego uno de Nutella.
Los granizados (o granite) son otra cosa típica de Sicilia que no podía faltar. A mí me encantan y, como me encanta también el limón, me costó muy poco elegir sabor.
Otras cosas ricas que probamos y de las que no hice fotos:
23. Panelle: rectángulos fritos de harina de garbanzo. Los incluyeron en una tabla de entrantes para compartir, aunque también suelen comerse en bocadillo.
24. Polpette sarde: albóndigas de sardina, con salsa de tomate y hojas de menta. Las comí como entrante en la Trattoria Carpaccio (Palermo).
25. Caponata: podríamos decir que la caponata es una especie de pisto a la siciliana. Lleva berenjena, apio, tomates, cebolla, aceitunas y alcaparras. suele servirse como guarnición, aunque nosotros la probamos como entrante.
26. Cassata al forno: la cassata es, con permiso del cannolo, el postre siciliano más famoso. Es una tarta de bizcocho mojado en licor y ricotta, cubierta de mazapán y decorada con fruta escarchada. Una cosa ligerita, vaya. La cassata al forno es una variación que no lleva ni mazapán ni fruta escarchada, sino solo una masa bastante crujiente rellena de ricotta y se hace al horno.
27. Frittura di pesce: fritura de pescado. Simple, pero muy recomendable.
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Este artículo no va de dar información práctica ni consejos a senderistas. Para dar consejos estaba yo cuando hice la ruta por los bosques nevados de Estonia… más bien estaba para recibirlos. Fue a principios de marzo de 2006. Uno de mis compañeros llegó a nuestra...
Debo confesar que nunca me ha llamado la atención la Costa Azul, aunque enseguida despertó mi interés tras encontrar vuelos baratos a Niza en temporada baja. Es el poder de los vuelos baratos y gracias a ellos sigo visitando destinos que en un principio nunca había...
Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Cuando viajo me gusta apuntar en mi libreta cosas que me llaman la atención por el motivo que sea. Los pequeños detalles, por muy comunes o triviales que en un principio parezcan, ayudan a describir de forma aparentemente aleatoria, la esencia de un lugar.
A continuación comparto 20 cosas que me llamaron la atención de San Francisco:
11. El invernadero del Conservatory of Flowers se parece al de Kew Gardens. Esto me llamó la atención durante el poco tiempo que tardé en acercarme a leer un panel en el ponía que su construcción se había inspirado en Kew Gardens. 12. La gente dice please y thank you muy poco. Pensar eso, como española, significa que estoy alcanzando altos niveles de britanización. 13. Toparme con la casa en venta más cara de San Francisco. Se encuentra en la empinada y zigzagueante Lombard Street, una de las calles más famosas de la ciudad y por ella piden 45 000 000 $. Desde fuera solo se aprecia lo que parece un frondoso jardín, pero dentro tiene… bueno, ¡qué no tiene! Tres plantas, 885 metros cuadrados, seis habitaciones, ocho baños, ascensor, sauna, una piscina con vistas a la ciudad y la bahía y no te cuento más. Echa un vistazo a las fotos de este anuncio.
14. El área metropolitana de San Francisco-Oakland-Hayward tiene el mayor nivel de ingresos familiares del país. Según los datos del último estudio realizado por United States Census Bureau, en 2017 la media de ingresos familiares anuales era de 101 714 $, muy superior a la media nacional de 60 336 $ y por encima de otras áreas metropolitanas como la de Washington (99 669 $) o Nueva York (75 368 $). 15. No hay botón para solicitar parada en los autobuses. La primera vez que cogí el autobús me bajé en la última parada, así que no me percaté del asunto. A la vuelta, tardé un rato en darme cuenta de que el cordel metálico que recorre los laterales del autobús es el equivalente al botón para solicitar parada y no para emergencias, como me había imaginado. 16. Pizza de reventa. En Dolores Park vi a un chico vendiendo trozos de una pizza que llevaba metida en una bolsa de plástico, entiendo que para mantenerla caliente. Durante todo el rato que estuve allí no vendió ni uno. 17. La forma de dar propinas. En los restaurantes nunca preguntan si vas a pagar en efectivo o con tarjeta; dan por hecho que pagas con tarjeta (en el Reino Unido ya se ven establecimientos en los que solo puedes pagar con tarjeta, pero en los restaurantes todavía suelen preguntar). Te traen la cuenta, pones tu tarjeta y se llevan las dos cosas. Cuando se cobran y te devuelven la tarjeta te traen otro recibo para la propina que hay que rellenar. Tienes que poner el importe exacto de la propina y ponerte a sumar. Y, como ya tienen los datos de la tarjeta, se cobran la propina después. 18. No hay papeleras en el metro. Ni falta que hacen, porque está prohibido comer y beber en los vagones. ¿Resultado? Los vagones están limpios y no huelen mal. Ya podría tomar nota el metro de Londres. 19. La peor interpretación del himno estadounidense que he escuchado hasta la fecha. Que tampoco es que lo escuche yo mucho, pero QUÉ MAL tocaron el himno previo al partido de béisbol que fuimos a ver en Oakland. Que vale que era una banda de estudiantes de secundaria, pero QUÉ MAL tocaron el himno los muchachos. La gente aplaudió porque, qué vas a hacer, pero QUÉ MAL tocaron. 20. Un mecánico especializado en coches europeos (BMW, Audi, Mercedes, según el cartel). La verdad es que se ven muy pocos coches de esas marcas. Las marcas no estadounidenses que más vi fueron Toyota e Hyundai.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Debo reconocer que veo la tele poquísimo y que prácticamente lo único que veo son programas de humor británico. Si vives en el Reino Unido y eres buen ciudadano, de los que pagan la TV licence, puedes verlos en directo o ver las grabaciones en línea después. Si no, siempre te queda la opción de buscar vídeos en YouTube.
Hoy comparto algunos de mis favoritos.
Cadena: Dave
El presentador, Greg Davies, pone a prueba a un grupo de conocidos humoristas con tareas y retos de lo más absurdos y ridículos y va asignando puntos según crea quién lo ha hecho mejor. Una de las mejores cosas del programa es ver la reacción tan distinta de cada humorista ante la misma situación absurda. Muchos ya han aparecido en Mock the week y conozco su estilo de humor, pero en Taskmaster no muestran sus habilidades para el monólogo ni cuentan chistes preparados; aquí improvisan, se pican entre ellos y quedan en ridículo.
Cadena: BBC One (antes BBC Two)
Es uno de los programas de humor británico de mayor éxito, dado que lleva emitiéndose desde 1990. Además del presentador, que cambia con frecuencia y suele ser algún invitado previo, hay dos equipos, capitaneados por Ian Hislop, editor de la revista satírica Private Eye, y Paul Merton, humorista de improvisación. El objetivo del programa es criticar noticias políticas recientes especialmente polémicas durante una serie de rondas que incluyen desde adivinar noticias a partir de pistas o completando palabras, a descubrir la relación entre varios personajes o inventar pies de fotos.
Cadena: Channel 4
Esta peculiar versión de Cifras y letras está presentada por Jimmy Carr, cuya risa requiere de cierto periodo de adaptación. Los participantes se dividen en dos equipos y cada uno lleva un objeto ridículo de casa como amuleto que presenta al comienzo del programa. El panel que comprueba las palabras de las pruebas de letras está formado por la lexicógrafa Susie Dent y un humorista invitado que comparte historias o chistes preparados. Durante las pruebas, el presentador y un par de ayudantes hacen payasadas para distraer a los participantes.
Cadena: BBC One
Los humoristas Lee Mack y David Mitchell —me encanta el sarcasmo de este último— son los capitanes de los dos equipos participantes, cuyo objetivo es intentar engañar al contrario. Cada participante lee por turnos una anécdota y el equipo contrario le hace preguntas para adivinar si dice la verdad o miente. El que cuenta la anécdota mezcla pistas verdaderas con falsas para despistar y hay muchos momentos divertidos. En una de las pruebas traen a un invitado relacionado con uno de los tres miembros de un equipo; cada uno comparte una anécdota ridícula y el otro equipo debe averiguar quién de los tres dice la verdad.
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