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© The Curiolancer. Todos los derechos reservados.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Es muy probable que, como primeriza en Nueva York, mi reciente escapada a la Gran Manzana tenga mucho en común con el de cualquier otro viajero. He ido a la Liberty Island, he subido al Empire State Building, he visto a los Knicks, he comido tortitas, he hecho fotos a los taxis… Sin embargo, la experiencia quizá no sea la misma, ya que depende de la personalidad de cada viajero, de sus expectativas, intereses, viajes anteriores, flexibilidad, capacidad de adaptación, etc. Puede que millones de personas al día paseen por la Quinta Avenida, pero no todos se fijarán en las mismas cosas.
Estas son, en orden aleatorio, algunas de las cosas que me han llamado la atención de Nueva York.
1. Un pub irlandés cutre justo al lado de un hotel Hilton.
2. Girls Scouts vendiendo galletitas junto a una catedral irlandesa y un cementerio.
3. Las entradas al metro tienen unos faroles redondos que parecen bolas de Pokémon.
4. Que una señora española se dirija a la empleada de un local en español y que la empleada le responda en español.
5. El logo de H&M en Times Square, que se ve desde TODOS los rincones de Nueva York. Qué tirria le he cogido.
6. Cuatro policías armados en una estación de metro bailando al ritmo de alguien que canta My girl.
7. Mensajes religiosos por doquier: un señor que anima a todo el vagón a creer en Jesucristo; una señora que vende camisetas donde pone Jesus is Lord; un chico con pinta de malote que lleva un tarjetero al cuello con la estampita de un santo; o los innumerables puestos de los Testigos de Jehová.
8. Pagar 7 $ por un café malísimo en una cafetería coreana.
9. Que en bares y restaurantes las mesas están a apenas un palmo unas de otras. Aprovechan el espacio útil que da gusto.
10. El cartel de «employees must wash hands» de los baños, como si los demás no debiéramos lavarnos las manos después de ir al váter.
11. Que nadie te pregunta de dónde eres. En Nueva York, todo el mundo es de algún otro sitio.
12. Chapas con mensajes políticos cachondísimos como «Free Melania».
13. Que cada cosa que vea la reconozca por las películas o por alguna escena de Los Simpson. Por ejemplo, los autobuses escolares amarillos «como el de Otto», o el lanzamiento de camisetas en los partidos «como cuando Homer se agacha y le dan a Mod Flanders».
14. Un cartel en la puerta del baño de Castle Clinton que prohíbe entrar con armas de fuego. Quién sabe qué cosas terribles habrán pasado ahí para tener que poner semejante cartel.
15. Fish and chips sin mushy peas. Esto no me lo esperaba. Quiero mis guisantes.
16. Todas las botellas de agua que compro son de Poland Springs.
17. Esperar 25 minutos en el metro hasta que alguien se digna a decir por megafonía que hay retrasos. Nunca pensé que echaría de menos el metro de Londres.
18. Huele a marihuana en el metro, en las calles y en todos sitios.
19. Un coche aparcado en doble fila en una calle del Bronx con un papel en la luna donde pone «estoy en misa».
20. No parece que se lleve lo del zumo de manzana. Lo pido en tres bares y en ninguno hay.
21. Una niña escanciando parmesano por encima de la cabeza sobre su plato de pasta. Qué artista.
22. Un restaurante «tradicional» italiano en Little Italy (pegando al barrio chino) que se llama Cha Cha y tiene a un camarero chino en la puerta.
23. Conductores que llevan el dichoso Despacito y horteradas similares a todo volumen.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Que España y el Reino Unido tengan una relación tan distinta con el agua me resulta curioso.
Aquí van algunas observaciones personales.
Puedo contar con los dedos de las manos las veces que me he dado un baño en condiciones en mi casa de España. Nunca ha sido por falta de ganas, porque a ver qué niño conoces tú que no quiera llenar la bañera de agua y pasarse ahí metido el día entero. Qué va. Lo que pasa es que cuando llegaba el fin de semana y el grifo llevaba abierto más de veinte segundos, mi madre venía corriendo a cerrarlo:
«¡Ya está! Que el pantano está seco y el agua muy cara, hombre».
Y punto. Me bañaba en una cuarta de agua escasa, que eso no era ni bañarse ni nada. Bueno, y luego ni eso, porque quitaron la bañera y pusieron una ducha.
Aquí en tierras británicas hay gente que no se ducha. No porque sean unos cerdos, sino porque algunas personas solo se bañan. Total, agua no sobra. Aparte de eso, los británicos están obsesionados con las bañeras. De las cinco casas en las que he vivido solo una tenía ducha. Las demás todas tenían ducha sobre la bañera. Incluso han llegado a decirme que si ponía ducha en lugar de bañera en mi casa me iba a costar venderla cuando llegara el momento, porque las familias prefieren bañera.
No tengo datos oficiales, pero me atrevo a decir que la gran mayoría de los españoles sabe nadar. Algunos bien y otros se defienden más o menos, pero, aparte de gente anciana del interior, no conozco a nadie que no sepa nadar.
Me sigue chocando muchísimo después de los años conocer a gente británica adulta que no sabe nadar. Treintañeros, incluso veinteañeros, con formación, que van de vacaciones al extranjero a lugares de playa. Y no uno ni dos. Según un estudio publicado en este artículo, en 2015 uno de cada cinco británicos adultos no sabía nadar; o lo que es lo mismo: nueve millones.
En más de la mitad de España llover es lo peor y lo mejor que puede pasar, todo a la vez. Lo mejor para el campo, que hace falta; lo peor para ti, porque te chafa cualquier plan. Fueron muchos los cabreos que pillé de adolescente cuando se ponía a llover un sábado antes de la hora de salir. ¿Cómo iba a salir con paraguas? Al final, o me quedaba en casa o salía cabreada. También está muy extendida la creencia de que mojarte, aunque caigan cuatro gotas, no es bueno. Cuántas veces habré oído lo de «niña, que te vas a poner mala». Y no solo eso: un compañero del colegio faltó a clase por la tarde. Al día siguiente el maestro le preguntó si se había puesto malo. «No, pero, como llovía mucho, mi madre me dijo que me quedara en casa».
Aquí poca gente lleva paraguas. Tampoco sirven de mucho en la mitad norte de la isla, con esas ventoleras que hay. Cuando llueve, te pones la capucha de la sudadera para que no te resbale el agua por la cara y ya está. Es agua, no lava. Con el tiempo aprendes a no cabrearte porque llueva con frecuencia (qué remedio) y a adaptarte. No, no te pones malo por correr lloviendo.
No sé a ti, pero a mí me gusta el té cargadito, que el café sepa a café y que los zumos sepan a fruta. Las bebidas con sustancia y sabor. Por eso no consigo acostumbrarme a la manía que tienen aquí de aguachinar todo.
No puedo con ese té verde que de verde no tiene nada, ni con esos «zumos» concentrados que llaman juice drinks porque el porcentaje de zumo que llevan es de cero coma no sé cuántos ceros y un mísero uno al final… Conozco a gente que compra el zumo de naranja decente de Tropicana o de Innocent y lo rebaja con agua porque «sabe mucho».
Tampoco soporto el café aguado. Ya sabes cuál. El preparado en cafetière con una cucharadita de café disuelta en un litro de agua. El transparentoso, el que no parece, ni huele, ni sabe a café. El que no te despierta por la mañana ni estimula el esfínter. El que sirven en los B&B, en los pubs y en casa de la gente. Ese.
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Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.
Dicen que por soñar que no quede y Husband y yo soñamos muy a menudo con diferentes formas de invertir la millonada que un día nos tocará en Euromillones.
Hace poco comentábamos lo que molaría tener un pisito en Londres, aunque sabemos más o menos cómo está el patio inmobiliario en la capital. Por pura curiosidad empezamos a mirar en Zoopla a ver qué encontrábamos.
Los parámetros de búsqueda fueron los siguientes: viviendas en Londres de cualquier tipo y precio excluyendo las que ya han acordado la venta, las viviendas para jubilados, las de las subastas y las de propiedad compartida.
Poniéndonos en el papel de recientes millonarios filtramos los resultados por precio de mayor a menor. Quitando un par de propiedades sin precio establecido, lo más caro que aparece es un bloque de 50 pisos en Belgravia por 75 000 000 £. La vivienda individual más cara es esta casa en Kensington, que venden por 29 950 000 £. Según la calculadora de hipotecas que aparece, con una entradita del 10 % y una hipoteca a 25 años, solo tendríamos que pagar una letra de 107 802 £.
Como lo de ganar el Euromillones puede tardar un poquito, filtramos de nuevo los resultados por precio, pero esta vez de menor a mayor, y encontramos cosas bastante curiosas.
La vivienda más barata que aparece con precio establecido es un barco construido en 1962 atracado en Hackney que venden por 29 995 £. No es una casa, pero, oye, si te salen mal las cosas te vas zarpando rumbo a nuevos puertos.
Lo siguiente más barato sin ser un barco (ni local comercial, ni garaje) es un «estudio» construido en un contenedor de carga, que anuncian como perfecta primera vivienda y que venden por 50 000 £.
La primera vivienda vivienda que aparece es un pisito muy apañado de una habitación que cuesta 60 000 £, pero hay una pega, y es que está en Turquía, aunque en el anuncio han colocado un código postal londinense que lo sitúa en la zona de Wembley. Muy astuto.
Según van subiendo los precios, mejor pinta tienen los barcos, pero nosotros buscamos un pisito en Londres y solo lo encontramos por 100 000 £. Tiene pegas, claro. Una de ellas es que está en Erith, que lo he tenido que buscar en el mapa, porque ni me sonaba. Un sitio MUY al este de Londres. La segunda pega es que no puedes vivir en el piso, porque lo venden solo a inversores.
Por fin encontramos la primera vivienda en la que puedes vivir y está en Londres. Es un estudio creado en la planta baja de una casa, de 29 fantásticos metros cuadrados, ubicada en Belvedere, técnicamente en el área de Greater London, pero a tomar por saco, básicamente. ¿El precio? 139 950 £.
Ahora ya sabemos el mínimo que uno pagaría por vivir en un sitio minúsculo y cutre en el culo de Greater London.
Otras cosas curiosas que hemos aprendido durante la búsqueda:
Me da a mí que lo de invertir en el mercado inmobiliario londinense va a tardar. Seguiré echando el Euromillones.
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Todos los años igual. Llega el invierno, nieva un par de días y el país entero se colapsa. Cierran carreteras, cancelan trenes y autobuses, retrasan vuelos. Y llegan los titulares alarmistas, entre cuyos términos y expresiones habituales se encuentran Big Freeze, havoc, chaos, travel disruption o schools closed. A los periodistas británicos también les gusta hacer hincapié en que va a hacer más frío en Londres que en lugares como Islandia o Suecia, aunque sea cierto solo durante dos segundos.
Parece que la nieve llega de pronto, sin avisar, y a todo el mundo le coge desprevenido, lo que es muy gracioso, teniendo en cuenta que el tiempo en este país es el protagonista de la mitad de las conversaciones diarias y que todo el mundo tiene la aplicación de BBC Weather en el móvil. Me atrevería a decir que hay más gente sin Whatsapp que sin BBC Weather.
Aun así, la gente se sorprende de que hoy haya nieve, aunque ayer ya lo anunciaran en los medios. Nadie lleva cadenas en el maletero por si acaso y se monta un follón en las carreteras que es digno de ver. Todos se quejan mucho durante un día o dos y luego se les pasa. El estado quejumbroso tarda en desaparecer lo mismo que la nieve, así que, durante el resto del invierno se olvidan de aquella nieve que cayó en diciembre o enero.
Después en verano sucede lo mismo, solo que con el calor, para lo que tampoco parecen estar preparados. Cuando llega una ola de «calor» a Londres (cualquier temperatura por encima de los 20 grados ya se considera calor) los británicos se revolucionan y no paran de quejarse a diestro y siniestro en alto, llamando la atención y resoplando muy fuerte mientras esperan el metro e incluso estableciendo contacto visual con otros compañeros de trayecto al trabajo con cara de estar a punto de sufrir un soponcio, como pidiéndoles que les den la razón con un gesto.
Y enseguida llegan los titulares: «Hoy Londres sufrirá unas temperaturas propias del desierto» u «Hoy hará más calor que en Mallorca». Lo que no dicen las noticias es que sí, hará más calor hoy en Londres que en Mallorca, pero será solo un día en el que, casualmente, hay una borrasca en Mallorca que ha hecho que las temperaturas hayan bajado 10 grados de golpe. Mañana Mallorca volverá a sus 33 grados y Londres a 17, pero eso les da igual. Hoy pueden quejarse a gusto.
Un día por encima de los 20 grados no es que sea caluroso para esta gente, es que es abrasador, un auténtico scorcher que no hay quien lo aguante. Por aguantarlo no lo aguantan ni los trenes. He visto cancelar trenes porque las vías no soportan el calor (24 grados fuera). El Reino Unido tiene los trenes más caros de Europa, que no pueden circular con normalidad a temperaturas tan moderadas como esas. De eso es de lo que deberían quejarse: del pastizal que cuestan los billetes.
Llega el invierno siguiente y tú piensas que, bueno, a estas alturas ya han tenido tiempo de poner en marcha medidas para lidiar con los cuatro días de nieve que llegarán sí o sí, pero ¡qué va! La misma historia: un par de días de nieve (anunciados con antelación en los medios) y el país sumido de nuevo en un caos total. Con lo organizados que son para muchas cosas y lo desastres que son para otras. Después de seis años aquí no he visto cambio alguno y sigo sin explicármelo.
Parece que les gusta tener motivo para quejarse del tiempo.
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En mi trabajo diario como traductora jurada, uno de los documentos que recibo con más frecuencia son los certificados de defunción. A pesar de que apenas ocupan una página, de vez en cuando me sorprenden con términos de profesiones en vías de desaparición, como wool...
Alicia en el país de las maravillas es la segunda obra literaria británica traducida a más idiomas, así que no es de extrañar que el personaje creado por Lewis Carroll tenga seguidores en todo el mundo. Si eres uno de ellos y te gustan las rutas temáticas, echa un...
He vuelto hace poco de una increíble ruta en coche por Escocia y he quedado maravillada con sus verdes paisajes, sus colinas, sus valles y sus montañas. Está muy bien poder disfrutar de todo esto a través de la ventanilla del coche pero, si te toca conducir, vas a...
Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.