Trece horas y más de treinta paradas después de subirnos al tren en Vladivostok llegamos a Jabárovsk. Esta será la primera parada en nuestra aventura transiberiana hacia el oeste que nos llevará hasta Irkutsk, junto al lago Baikal.
Lee nuestras impresiones sobre esta ciudad del este de Siberia, ubicada a orillas del Amur y a pocos kilómetros de la frontera con China.
Día 1
El tren se detiene en Jabárovsk antes de las siete de la mañana. El aire es húmedo y hace bochorno. Al salir de la estación nos encontramos cara a cara con la estatua de Yaroféi Jabárov, explorador ruso que da nombre a la ciudad. No he buscado información sobre transporte público previamente, así que vamos andando al hotel. Aún es temprano y así estiramos un poco las piernas después del largo trayecto en el tren. La primera impresión de este lugar no es demasiado halagüeña, debido al aspecto gris de los edificios, al cielo encapotado y los numerosos y molestos mosquitos que no nos dejan en paz. Son pequeños, como los midges escoceses.
El bulevar Amurskiy es una de las arterias principales de Jabárovsk y se extiende desde la estación de tren de Jabárovsk I hasta el parque de Muravyev-Amur y el río. Después de solo cinco minutos tengo que parar y dejar las mochilas en el suelo, porque me duele bastante la espalda y el hombro izquierdo. El trayecto a pie hasta el hotel se me hace eterno y solo pienso en descansar un rato y darme una ducha.
El hotel está situado en medio del parque Dinamo, bajo las gradas de un antiguo estadio de fútbol algo ruinoso que también alberga una escuela de tango. Junto al estadio hay una noria siempre vacía que da bastante repelús. Cerca de la entrada del parque, a la derecha, hay atracciones de feria y en el paseo principal hay puestos de helados todavía cerrados. No se ve un alma. Me recuerda a algún artículo que he leído sobre parques de atracciones soviéticos abandonados.
La entrada al hotel es una puerta de garaje que da un patio, donde se encuentra la puerta principal que, a mi parecer, es una puerta de interior. Nuestra habitación aún no está lista, así que dejamos las mochilas y salimos a buscar un sitio donde desayunar.
Enfrente del parque descubrimos un buen local para tomar café: Мускатный Кит (más información al final del artículo). Tan buena fue la impresión que más tarde volvemos allí para comer. Las chicas son simpáticas y el baño es el más limpio que hemos visto hasta ahora. En un cartel anuncian que hacen tartas por encargo y bombones para regalar a madres y novias, como si los hombres no comieran tarta ni bombones… El café latte sabe mucho a leche y me entero de que usan la leche del 3,5 % de grasa por defecto.
☛Curiosidad: en Rusia no se vende leche entera, desnatada y semidesnatada, sino leche con distintos porcentajes de grasa, que normalmente va del 1,5 % al 4 %.
Decidimos bajar al río por la calle de Karl Marx, que de calle solo tiene el nombre, porque es ancha como una avenida, y dejamos el bulevar para esta tarde. Esta es la principal calle comercial y nuestra primera impresión de Jabárovsk va mejorando a cada momento. A cada lado se alinean edificios de arquitectura interesante y atractiva que desembocan en la plaza de Lenin. No hay ciudad siberiana que se precie sin una plaza de Lenin. La de Jabárovsk es enorme, pero la estatua es menos prominente que la de Yakutsk.
Tras la plaza el nombre de la calle pasa de Karl Marx pasa a Muravyev-Amurskiy, donde continúa la sucesión de edificios bonitos. Voy mirando alrededor y fijándome en los establecimientos. Al igual que Vladivostok, Jabárovsk está repleto de joyerías y algunas incluso anuncian que venden diamantes de Yakutia. Lo que me llama más la atención es que hay muchísimos centros médicos, clínicas y farmacias.
La calle desemboca en una amplia plaza repleta de palomas que revolotean junto a la catedral de la Asunción. Al fondo no hay edificios, sino escaleras que bajan al parque y al río Amur. El paseo fluvial está tan vacío como el parque; parece un muelle fantasma.
Es hora de volver al hotel, hacer el registro de entrada, darnos una buena ducha y reponer energía, que la tenemos al mínimo. Después de comer en Мускатный Кит bajamos de nuevo al río, pero esta vez por el bulevar, donde ahora hay algo más de gente y movimiento, además de la constante presencia de mosquitos. Aunque las zonas verdes están limpias, la hierba llega por encima del tobillo, lo que le da un aspecto salvaje.
Al final del parque hay una plazoleta y un parque de atracciones infantiles. Algunas son de lo más curiosas, como unos coches chocantes que flotan en una piscina y caballos con ruedas que abren y cierran las patas cuando los niños empujan unos pedales hacia abajo. Parece mentira que esta mañana no hubiera gente en la zona del río y ahora esté a rebosar de gente, principalmente parejas jóvenes muy arregladas para no ser fin de semana y familias con niños que llevan sandalias y calcetines.
Subimos a una noria con mucha mejor pinta que la que está cerca del hotel para ver la ciudad desde arriba. Bueno, para eso y para librarnos de los mosquitos diez minutos. Desde lo alto puedo ver el enorme río Amur serpentear, alguna que otra isla y barcos militares. Parte del paseo fluvial está cerrado por obras. Los albañiles se afanan en la colocación de baldosas de colores y veo que la mayoría son de Asia Central. Jabárovsk nos ha engañado al llegar, porque aquí subida en la noria decido que es una ciudad muy agradable con edificios que dibujan una bonita línea en el horizonte y repleta de zonas verdes.
Paseamos por la orilla del río, donde cambiamos los mosquitos por unas especies de mariposas blancas muy molestas. Un cartelón enorme anuncia que está prohibido bañarse en 400 metros, pero la gente se baña en cualquier sitio, donde está prohibido también. La imagen de la gente metida en el agua con chimeneas industriales al fondo me parece curiosa, irónica y muy rusa, tanto como que frente a la zona donde se prohíbe el baño haya un modernísimo puesto de vigilancia con oficinita e incluso rampa de acceso y un apuesto socorrista acodado en la barandilla de la entrada.
Volvemos a la calle principal y entramos en el café Mona, un restaurante de comida japonesa con una cuidada decoración. Es muy temprano para cenar y no me gusta la comida japonesa, así que pido té casero de bayas y menta y me tomo mi tiempo. Estamos cansados de andar todo el día y para cenar vamos a una cervecería «alemana», más que nada porque está a la vuelta de la esquina. Aquí no para de sonar música a todo trapo, con una extraña mezcla de canciones alemanas como de orquesta de feria, yodel, la canción de Heidi y la versión de It’s raining men de Geri Haliwell, entre otros temas aleatorios muy poco alemanes.
Al salir del local nos sorprende un tremendo chaparrón y los relámpagos y truenos no tardan en llegar. Se agradece el fresquito y los mosquitos nos dan una tregua. No tenemos paraguas, así que nos ponemos los gorros de las sudaderas y andamos deprisa sorteando los charcos.
Día 2
Siguiendo la tradición culinaria de ayer, volvemos a Мускатный Кит a desayunar. Ya nos reconocen y todo. Se me van los ojos detrás de todos los dulces recién hechos, así que terminamos con cuatro dulces cada uno y café. Nuestra visita a Jabárovsk se termina al mediodía, así que decidimos tomarnos nuestro tiempo desayunando y luego pasar por un supermercado y compramos provisiones para el tren. ¡Nos espera un trayecto de 36 horas hasta Chitá!
Volvemos al hotel a preparar las mochilas y pedimos a la mujer que hoy está en recepción que llame a un taxi para llevarnos a la estación. Ni de broma puedo andar 25 minutos con las dos mochilas. Hoy no.
La mujer llama, le dicen algo y cuelga. Vuelve a llamar, pero se le estropea el móvil. Se caga en todos los muertos. Le quita la batería, se la pone. Viene una pareja a preguntar si hay habitación disponible y se va. A la señora se le ve agobiada. Ahora entra un hombre y ella le empieza a contar cosas: que está más cansada que un perro, que los otros del hotel se han ido y la han dejado sola, y más. A todo esto, han pasado más de quince minutos y nosotros seguimos esperando a que nos informe de las novedades.
Al cabo de un rato le pregunto y resulta que el taxi tiene que llamarle y ya nos dice. Mientras tanto, va a comprobar cómo han dejado la habitación los que se van ahora y oigo que le llaman por teléfono y da la dirección del hotel y un restaurante cercano como referencia. Ese debe de ser el taxista.
El taxi no es un taxi, o al menos no lo parece. Es un coche negro particular, sin cartel de taxi, ni (por supuesto) taxímetro. El hombre abre el maletero y aparta unas cajas de herramientas para que metamos las mochilas. Rezo porque sea de fiar. No sé si es taxista a tiempo completo o no, pero al final resulta buena gente. Nos pregunta de dónde somos y si trabajamos en Rusia. Le decimos que no, que estamos de viaje y que vamos en tren a Chitá. Cuando le pregunto si ha estado alguna vez en Chitá niega muy rápido con la cabeza abriendo muchos los ojos, como si le hubiera preguntado algo rarísimo. Su cara dice «¿A Chitá? ¿Tú estás chalada? ¿Para qué c*ño iba yo a querer ir a Chitá?». Por las imágenes de Google Maps y lo poco que he leído sobre Chitá, no tengo muchas expectativas de esta ciudad militar y cerrada al turismo hasta los noventa, pero dejaré que me sorprenda. Disfrutemos primero del viaje.
Lugares mencionados en un mapa
Información práctica
Algunos lugares de interés:
- Bulevar Amurskiy
- Plaza de Lenin
- Calle de Karl Marx
- Parque de Murayev-Amurskiy y río Amur
- Parque de atracciones CKALand
- Catedral de la Asunción
Sugerencia para comer: Мускатный Кит
Dirección: Карла Маркса (Karl Marx), 41
Horario de apertura: de lunes a jueves y domingos de 9:00 a 21:00; viernes y sábado de 9:00 a 22:00
Muskatniy Kit tiene dos locales. Nosotros estuvimos en el de la calle de Karl Marx, enfrente del parque Dinamo, y es un buen sitio para desayunar. Buen café y variedad de bollitos y dulces caseros. También puedes pasarte para comer algo rápido y seguir explorando la ciudad. Tienen sopas y distintos tipos de perritos calientes bastante sofisticados, con opción vegetariana.
Alojamiento en Jabárovsk
Dónde nos alojamos nosotros: Park Hotel*
Dirección: Ulitsa Karla Marksa 62 (en el parque Dinamo)
Puntuación en Booking.com: 8/10
Este es, probablemente, el alojamiento más original de nuestro viaje. Se trata de un minihotel ubicado bajo las gradas de un antiguo estadio de fútbol. Las habitaciones son tipo dúplex; arriba hay una cama doble y televisión, con el techo escalonado por las gradas, mientras que abajo hay una zona con mesa, sillas, microondas y frigorífico, además de baño privado. En el pasillo hay lavadora, plancha y tabla de planchar disponibles. La ubicación es muy pintoresca, en medio de un parque prácticamente vacío.
Distancias: 20 minutos a pie desde la estación de tren y unos 35-40 minutos del parque de Murayev-Amurskiy y el paseo fluvial.
Desde el hotel llaman a taxis sin problema. El trayecto a la estación nos costó unos 200 rublos (menos de 3 €).
Ver más alojamiento en Jabárovsk*
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Irene Corchado Resmella
Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.