Diario de Siberia II: el festival Ysyakh en Yakutia

Escrito por Irene Corchado

17/07/2017

Ysyakh es la fiesta más importante para el pueblo yakuto y celebra el resurgir de la naturaleza. Según la leyenda, los dioses bajaron del cielo un 21 de junio con una misión: crear los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire). Formaban 35 tribus de espíritus Aiyy y los antiguos yakutos creían descender de una de esas tribus. Consideraban la llegada de la estación cálida como el nuevo año, de ahí que suela decirse que Ysyakh es la celebración del año nuevo yakuto.

En nuestra reciente aventura siberiana acudimos a Us Khatyn, cerca de Yakutsk, para asistir al festival, una de las dos excursiones que concertamos con VisitYakutia.com. Lee nuestras impresiones a continuación.

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Román nos recoge a las nueve. Es bajito, delgadísimo y va muy justo de inglés. Como la mayoría de los siberianos del este, conduce un coche japonés con el volante a la derecha, que está bastante bien, comparado con los que hemos visto hasta ahora. Los coches en Yakutsk se caen a trozos. Al que no le falta el parachoques delantero o trasero, le faltan los dos, o una luna, o tiene un bollo enorme en el lateral. Todos tienen un capón de polvo increíble. En la carretera en la que vamos, que tiene unos bultos de medio metro, se mezclan marshrutkas destartaladas, coches rusos de policía con su volante a la izquierda y coches japoneses como el de Román. Un popurrí de vehículos variopinto y peligroso, teniendo en cuenta cómo se las gastan los siberianos al volante.

☛Curiosidad: Yakutsk es la capital más fría del mundo. El invierno dura unos ocho meses y de diciembre a enero la temperatura mínima media ronda los -40 ºC, aunque es habitual que supere los -50 ºC. Durante la jornada laboral, muchas personas dejan los coches encendidos, para evitar que se estropeen y se congelen. Por suerte, llenar el depósito en estas tierras es económico, unos 40 rublos (0,59 €) el litro.

Echo un vistazo por la ventana. En las afueras de Yakutsk hay casitas de madera; unas a medio construir y otras a punto de venirse abajo. Cuesta decidir si son cucas o una mierda. También veo a unos hombres cultivando y Román nos cuenta con orgullo que Yakutia lleva cinco años plantando sandías con éxito, todo un logro en una tierra tan poco fértil como esta, donde el suelo se encuentra permanentemente congelado. Solo las altas temperaturas de un verano que dura apenas mes y medio consiguen descongelar uno o dos metros de la superficie y permitir algunos tipos de cultivo y que las vacas salgan a pastar. Durante ocho meses al año las vacas se alimentan de pienso y viven en un establo interior de aspecto similar al de las casas tradicionales de invierno.

Ysyakh no solo se celebra en Yakutsk, sino en toda la república de Sajá-Yakutia. Sajá se divide en 34 territorios llamados uluses y cada ulús celebra su propio festival. Las celebraciones tienen lugar el último fin de semana de junio y podríamos decir que es una mezcla de romería y Highland Games a lo yakuto. Hay ceremonias y rituales, puestos de comida, música (es curioso ver cómo tocan las arpas de boca, que llaman jomus), concursos, competiciones y carreras de caballos, entre otras cosas.

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Según Román, el Ysyakh actual lleva celebrándose unos 15-20 años y empezó con dos o tres casas. Hoy es tan grande que muchas empresas y organizaciones cuentan con casa propia e incluso han creado calles con nombre y todo. Actualmente tiene más de comercial que de tradicional, pero para el visitante primerizo es algo curioso e interesante de ver.

Las familias yakutas acuden a Us Khatyn el sábado por la mañana cargados de provisiones y acampan hasta el domingo. A las dos de la mañana asisten a un ritual en el que dan la bienvenida al nuevo año y al que no hemos podido apuntarnos, ya que solo pasamos allí el domingo. Hace casi treinta grados y no hay ni un solo rincón a la sombra. La madre de Román le ha dicho que hoy está nevando en su pueblo, situado en el norte de Yakutia.

En la entrada del recinto se alinean mujeres ataviadas con el traje típico y te dan la bienvenida junto a una estructura de madera con tres arcos. Si eres mujer, debes pasar por el arco de la izquierda; los hombres por el de la derecha. Debes rodear una hoguera mientras una mujer te bendice y luego ya puedes continuar. No hay camino asfaltado; el suelo es de tierra y se levanta una polvareda increíble, aunque de vez en cuando pasan minicamiones regando.

El alcohol está prohibido en Ysyakh y Román nos cuenta por qué. Los yakutos tienen en general poca tolerancia al alcohol y fama de ser unos flojos bebiendo. Con un par de copas se ponen borrachísimos y se lían a ostias con mucha facilidad, así que cortan por lo sano en acontecimientos como este para evitar problemas. Por supuesto, siempre hay quien consigue colar alcohol y de eso nos damos cuenta bastante pronto cuando vemos a dos hombres arrastrar a otro por el suelo. En un principio lo llevan sujeto sobre los hombros, pero el borracho no da ni paso, así que lo dejan caer y luego lo arrastran por los brazos hasta unos arbustos, donde lo dejan medio escondido y boca abajo.

Aún queda rato para la inauguración y las competiciones, así que damos una vuelta completa por el recinto para ver las construcciones de madera que imitan las casas tradicionales de las aldeas yakutas. Las hay de dos tipos: de invierno y de verano. Las casas de invierno son rectangulares, planas y de una sola planta, con la puerta en el centro y las paredes ligeramente inclinadas. Las de verano suelen tener forma cónica o de choza.

Cuando nos detenemos a ver una, Román le pregunta algo a una señora mayor de pocos dientes y mucho hablar, quien nos invita a pasar dentro. La casa tiene forma de cono, con una única puerta de entrada y un agujero en el punto más alto. En el centro se enciende una hoguera, cuyo humo sale por el agujero, pero el calor permanece dentro y se expande hacia las paredes, donde colocan las camas. La señora está deseosa de contarnos cosas y no para de decirle a Román: «Dígales que tal y tal». Ayer ganó dos microondas en el concurso gastronómico con los platos de pescado que presentó. «Pero no pescados de mar. Pescados de río, de nuestros ríos de aquí», matiza. Salimos de la casa y nos muestra una alfombra gris y blanca preciosa hecha con pelo de caballo. También nos enseña una piel de oso y nos cuenta que, según la leyenda, los osos no tienen dos orejas, sino cuatro. Lo oyen todo y, por eso, nunca hay que decir cosas malas de los osos, porque recibirás un castigo si lo haces.

La ceremonia de apertura y las competiciones tienen lugar en un estadio al aire libre y son enteramente en el idioma yakuto, excepto cuando algún representante de empresas colaboradoras rusas o algún miembro de ministerios del gobierno federal hablan. Nos esperan varias horas de escuchar «tantarantán» sin enterarnos de nada, aunque Román nos va explicando lo que ocurre y lo que viene a continuación.

Presentan a los competidores, que aparecen descalzos y con el torso desnudo. Se agarran de las manos y empiezan a danzar, creando una espiral a la que se une la mayoría de los hombres de la grada. Hoy hay pruebas de tiro con arco, lucha y carreras con piedras. En esta última cada participante debe caminar entre dos puntos tantas veces como pueda sujetando una piedra de más de 120 kilos. Los premios son dos coches rusos recién lavados en el recinto.

La hora de comer nos da algo de miedo. Casi todo lo que encontramos es carne de caballo con pinta de llevar al sol bastantes horas. Román quiere que probemos una sopa hecha con vísceras de vaca; una delicia, según él. Tiene una pinta horrorosa: trozos de vete a saber qué de vaca nadando en un caldo opaco de color gris. Nos pregunta si somos veganos o algo, porque alguien que no come caballo o vísceras de vaca debe ser de lo más escrupuloso que haya visto.

Le decimos que el cerdo y la ternera nos van bien, así que acabamos en otro sitio con una sopa de carne de cerdo con patatas y mi novio con lo que se supone que es cerdo, aunque solo come la mitad y por lo bajini me dice que cree que cerdo no es. Román opta por la deliciosa sopa de vísceras de vaca. Yo pruebo un poco del caldo, muy denso y graso, de un sabor indescriptible, nada placentero.

Como el alcohol está prohibido, los yakutos beben principalmente dos cosas: zumo de frutos del bosque y kymys, una bebida blanca elaborada generalmente con leche de vaca fermentada (tradicionalmente con leche de yegua), con gas y un porcentaje bajísimo de alcohol. Está bastante buena y sabe a una mezcla de leche y gaseosa.

El día termina con carreras de caballos. Román cuenta que la mayoría los han comprado en los países árabes y ya vienen con nombre: Ninja, Princesa, Conquistador… Los yakutos tienen una estrecha relación con los caballos, a diferencia de otros pueblos del norte de Siberia como los evenkos, que se dedican al pastoreo de renos. Los caballos son el único animal que soporta el duro invierno y es capaz de excavar un poco en la nieve y encontrar comida. Los caballos son animales de carga y una de las principales fuentes de alimentación para los yakutos. Del caballo aprovechan todo: comen su carne, beben su leche, se abrigan con sus pieles y también fabrican cosas con las crines. En algunos puestos he visto unos sombreros redondos hechos de crin y un curioso objeto que consiste en un mango de madera con una cuerda a modo de pulsera del que cuelga una crin y que utilizan como espantamoscas.

En el vídeo de abajo puedes ver algunos de los elementos mencionados en el artículo, como la puerta de entrada al recinto y los trajes típicos, además de oír el idioma yakuto (por ejemplo, la señora del minuto 1:17) y el sonido del jomus de fondo.

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Irene Corchado Resmella

Irene Corchado Resmella

Traductora jurada y jurídica de inglés (ICR Translations) especializada en derecho de sucesiones de Inglaterra y Gales, España y Escocia. Autónoma. Residente en el Reino Unido desde 2011 (Edimburgo < Oxford < Londres < St Albans). Casada con escocés. En Instagram: @curiolancer.

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